Una mañana muy temprano, recorrí algunas calles de la ciudad, observando con
asombro situaciones muy particulares de un país en crisis, e incluso que podría
estar en conflicto, personas caminaban sin rumbo, después de haber recibido,
quizás no sé, pero es posible que les indicaran que los productos de primera
necesidad no vendrán y por lo tanto perdieron el tiempo, en una espera
angustiosa, banal y efímera.
Sin duda es nuestra realidad, no pensar en ello, o mantener la mente en otras
cosas, no la aleja ni la cambia. Vivimos angustiados sobre la creciente
escasez, la especulación, la delincuencia e incluso la complicidad de muchos
sectores económicos y políticos que no dan respuestas sinceras a la gravedad
de la crisis económica que nos aqueja.
Somos una sociedad de cómplices, en la cual existen o conviven varias
realidades, la conveniencia de unos son los perjuicios de otros. En esta
sociedad, destruimos las vidas de unos sin tener conciencia de los otros. La
clase dominante económicamente, esta a espalda de la creciente necesidad de
consumo; pero es la clase política, con sus percepciones y mensajes etéreos que
hacen más daño. Pensar que todos estamos en el mismo barco, a espera de un gran
naufragio, sin poder asumir un timón apropiado, que nos lleve con un rumbo fijo
y alentador, a las aguas de la prosperidad y el bienestar colectivo; sin
bacilar en la forma ideológica o método con el cual, logremos avanzar hacia los
verdaderos objetivos de la sociedad.
Vivimos la peor inflación de toda nuestra historia, para algunos inducida
por muchos factores socio políticos, pero para toda la sociedad, es inflación y
tenemos que convivir con ella, buscando de muchas maneras, tratar de adquirir
los bienes y servicios necesarios para llevar una vida digna y necesaria.
La sociedad se corrompe por muchas razones, y cada día es más violenta, la
corrupción merma el erario impidiendo el desarrollo de proyectos públicos,
evitando que la riqueza beneficie a la comunidad. La delincuencia, se apodera de
todo el ámbito social y nos sucumbe en sus garras, produciendo más muertes que
en una sangrienta guerra. Este problema se agrava a consecuencia de cuerpos
policiales corrompidos y cómplices silenciosos de este gran flagelo.
En esta sociedad de cómplices, todos aportamos al caos, en la cual,
incumplimos leyes, pretendemos beneficios sin merecerlo, aportamos o motivamos
comportamientos en detrimento de las demás personas, sin preocuparnos de las
consecuencias de nuestros actos banales y corrompidos.
Busquemos el camino y luchemos por una sociedad más justa, en la cual todos
los integrantes de esa sociedad tengan las mismas posibilidades de nacer,
crecer y lograr el progreso y la felicidad de todos.
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