Durante
gran parte de este siglo, el mundo se ha sumergido en la crisis migratoria más
grande de los últimos tiempos, comparable con crisis de magnitudes globales
como la I y II guerra mundial. Esta crisis, al igual que las otras, ha
producido el desplazamiento de millones de personas que buscan mejores condiciones de vida, pero con consecuencias
sangrientas debido a las peligrosas rutas de escape y las constantes
limitaciones de movilidad que muchas naciones imponen para protegerse de la
avalancha humana.
El fenómeno
de la migración humana es tan antiguo como la humanidad misma. Desde siempre el
ser humano ha huido del riesgo inminente de catástrofes naturales, factores ambientales
y principalmente de conflictos bélicos, que de una u otra forma han puesto en
riesgo, la supervivencia de las personas que habitan esos territorios diezmados
a consecuencia de muchos factores.
Hace
doscientos años, Venezuela afrontaba tiempos difíciles, la barbarie y el terror
asolaban al territorio entero, ¡la guerra era a muerte! y destrozaba la patria,
solo el deseo de libertad nos llenaba de fuerza, para seguir luchando contra la
opresión.
Es extraño
este relato, lleno de sueños y deseos de libertad, plausible y hasta épico,
pero con profundas bases históricas.
En esos
años, salimos al Sur persiguiendo un sueño, éramos miles siguiendo sueños de
otro. Fuimos descubriendo el camino tortuoso de un continente diezmado por una
cruenta guerra a muerte, como valientes cartógrafos creamos con pinceladas de
sangre el nuevo mapa político de Suramérica.
En aquellos
tiempos, no fuimos a emigrar a otras tierras, ni salimos huyendo de una crisis
incontrolada, fuimos a libertar, sin ningún compromiso alguno, sino solo por el
deseo de liberar de opresión a pueblos enteros. Con nuestra sangre regamos
campos, que después fueron fértiles y los caminos se convirtieron en ríos al
correr nuestra sangre.
Los tiempos
han cambiado, vivimos el modernismo caracterizado por la globalización, todo
está interconectado, la tecnología nos ha envuelto y el enredado mundo de la
internet nos agobia constantemente.Tiempos
distintos pero agobiados por una misma realidad, que siempre resurge y nos
afecta.
El destino
nos ha obligado a salir de la patria nuevamente, a redescubrir Suramérica, como
si fueranos cartógrafos aventureros del siglo XVI, con pocos instrumentos que
llevar, recorriendo caminos desconocidos,
por lo menos para nosotros, muchas veces a pie o utilizando otros medios,
intentado recorrer las rutas de hace doscientos años, persiguiendo ahora nuestros
sueños, buscando oportunidades perdidas en nuestra patria. Levantando historias
que luego posteamos en redes sociales, e incluso georeferenciamos de forma
precisa, para ir construyendo nuestro mapa de tragedia por todo el continente.
Estas
creaciones cartográficas, representa la más variada creatividad del genio
humano, no son solo mapas estáticos, sino rutas complejas que enlazan lugares,
caminos, sitios de descanso y hasta una que otra belleza natural.
Todo este
compendio cartográfico, ausente de normas, principios y reglas, fundamento
básico de toda cartografía, son compartidas en la Web para dar testimonio fiel
de la andanza épico. Luego, serán utilizadas por otras personas que seguirán el
camino al Sur, como si fuera una fiebre incontrolable que nos embate.
Atrás dejaremos
todo, o por lo menos algún sentimiento, no sabemos si regresaremos algún día,
las esperanzas se desvanecen en otras realidades. Países y
sociedades extrañas, aunque compartamos idioma, historia y continente.
Las
diferencias entre emigrante, inmigrante y migrante depender profundamente del
punto de vista de la persona que lo estudia, lo vive o critica, pues, el
emigrante es el que se va de su patria, mientras que el inmigrante es el que
llega a una tierra extraña a encontrar algo de fe y esperanza. Por su parte, el
migrante, es un concepto más abstracto, simplemente, es la persona que se desplaza
de su lugar del origen a otro distinto con mejores condiciones de vida.
Tres
palabras con significados distintos, que son sustantivos de una cruda realidad,
que nos afecta a todos, fracturando sociedades, desequilibrando economías y debilitando
los cimientos del mundo moderno.
Al estudiar
esta tragedia, no debemos pensar que simplemente se trata de flujos
migratorios, como si pudiéramos explicar de forma simplista, la compleja
realidad humana. No son aves o insectos, son seres humanos que buscan en
tierras lejanas lo que han perdido en su lugar de origen.
Son
millones, los que han quedado sin podría en este mundo de desigualdades, nos
pueden llamar apátridas, ya que muchos la han perdido, y buscan con
desesperanza tierras que les den nuevas oportunidades.
Quisiera
poder expresar en un mapa la cruda realidad de mi país, como antiguo cartógrafo
aventurero, que en su obra describió la realidad de su época, dejando huella
imborrable el tiempo que le tocó vivir.
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